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Degeneración macular asociada a la edad

La Degeneración Macular Asociada a la Edad (DMAE) es una enfermedad crónica de la retina que altera la parte central del campo de visión. Existen dos variantes, una forma seca o atrófica, y otra forma húmeda o exudativa.

 

Sabemos que es una enfermedad genética relacionada con la edad. Esto significa que afecta a personas predispuestas genéticamente en las que el principal factor de riesgo que facilita su aparición es la edad. Es la principal causa de ceguera por encima de los 55 años. 

 

Afecta a la parte central de la retina, la que denominamos mácula, la responsable de la visión de los detalles y de los colores, gracias a la cual somos capaces de leer, reconocer una cara o llevar a cabo la mayoría de las tareas que precisan de una buena visión de los detalles.

 

La DMAE seca es la más frecuente y tiene una evolución más lenta y mucho más benigna en la mayoría de los casos, pero hoy en día no tiene tratamiento curativo. Se están testando varios fármacos y podría ser que en un futuro no lejano dispongamos de algún tratamiento efectivo que pueda prevenir o evitar su desarrollo. En la actualidad, lo único que ha demostrado cierta eficacia son los complejos vitamínicos específicos que contienen vitaminas, diferentes antioxidantes y luteína. No curan la enfermedad pero sabemos por estudios multicéntricos muy serios (AREDS y AREDS2) que pueden mejorar algo la evolución de esta enfermedad.

 

La DMAE húmeda suele darse en pacientes que ya padecen una forma seca, y se produce porque aparecen unos pequeños vasos sanguineos anómalos justo debajo de la neurorretina en la mácula (neovascularización subretiniana). Estos vasos tienen unas paredes de muy mala calidad por lo que su contenido se escapa con facilidad (extravasación), siendo los responsables de las hemorragias y del acúmulo de líquido intrarretiniano y subretiniano que caracterizan la enfermedad. Tanto las hemorragias como los fluidos que se extravasan inducen un deterioro macular progresivo debido al edema y la inflamación que generan. Sin tratamiento, este proceso conduce a la fibrosis y destrucción de la neurorretina afectada en un plazo de tiempo variable, aunque en la mayoría de los casos suele ser relativamente breve.

 

El resultado es la pérdida de la visión central de forma irreversible si el tratamiento no llega a tiempo o no se obtiene la respuesta esperada al mismo, aunque esto último es afortunadamente cada vez menos frecuente. A menudo la sintomatología comienza de forma brusca como una distorsión en la imagen o la aparición de una mancha más o menos en la parte central del campo visión. Si le ocurre esto no debe demorar la consulta con su oftalmólogo más de dos o tres días. El pronóstico visual empeora cuanto más tiempo se demora el tratamiento, por lo que aunque unos pocos días no tienen por qué suponer una gran diferencia, cuanto antes reciba el tratamiento mejor. 

 

El tratamiento se realiza con inyecciones intraoculares que los oftalmólogos denominamos inyecciones intravítreas. Lo que inyectamos son fármacos con la capacidad de bloquear los mediadores bioquímicos que estimulan el crecimiento de los vasos responsables de la enfermedad (neovasos, membrana neovascular). El principal de estos mediadores es el factor de crecimiento endotelial vascular (sus siglas en inglés son VEGF). Estos fármacos se denominan genéricamente anti-VEGF. No curan definitivamente la enfermedad pero sirven de freno para la misma. Precisan reinyecciones periódicas mientras la enfermedad tiene actividad exudativa. Su efectividad es bastante elevada aunque lógicamente existen casos que no responden todo lo bien que nos gustaría.

 

Las inyecciones intravítreas son muy bien toleradas, los pacientes no sienten apenas molestias durante las mismas, y presentan un perfil de seguridad muy elevado por lo que las complicaciones, aunque potencialmente muy serias, son extremadamente infrecuentes.

 

La tendencia actual es a realizar un número de inyecciones tal que permita que no lleguen a producirse reagudizaciones. Se empieza con una dosis de carga que implica varias inyecciones, una cada 4 semanas, para posteriormente realizar un seguimiento individualizado evitando que haya recidivas de la enfermedad para impedir que progrese. Esto ha hecho que se prefiera en la mayoría de los casos mantener estrategias denominadas proactivas que se caracterizan por inyectar incluso sin signos de reactivación, ya que las estrategias reactivas, aquellas que esperan a que existan signos de recidiva, precisan una gran rapidez en el diagnóstico y retratamiento, ya que las demoras en presencia de una recidiva implican una pérdida visual progresiva muchas veces no recuperable, y por tanto los resultados tienden a ser peores.

Un efecto adverso propio de los fármacos anti-VEGF es que pueden favorecer la hipertensión arterial además de asociar un levísimo aumento en el riesgo de sufrir complicaciones cardio-cerebrovasculares. En la práctica es muy poco probable que suceda un efecto adverso, pero no resulta imposible especialmente en pacientes con importantes factores de riesgo cardiovascular.

Complicaciones locales potenciales derivadas de la propia inyección.

Las complicaciones importantes son muy poco frecuentes. Si desafortunadamente sufriera una complicación es posible que su enfermedad no se mejore o incluso que se empeore. En estos casos pueden precisarse otros procedimientos adicionales para su tratamiento.

Las posibles complicaciones y efectos secundarios del procedimiento y administración intraocular de fármacos incluyen:

-Hipertensión ocular: generalmente transitorio y controlable con tratamiento tópico.

-Endoftalmitis: La inyección intraocular puede dar lugar a una infección dentro del globo ocular, algo bastante inusual pero posible y muy grave.

-Reacción alérgica: Muy poco frecuente aunque posible como con cualquier otro tratamiento farmacológico. Muy excepcionalmente, como podría ocurrir con cualquier otro fármaco para cualquier otra patología, puede ser grave y producir la muerte del paciente. Si bien es cierto que no se conoce ningún caso.

-Hemorragias intraoculares: Poco frecuentes.

-Desprendimiento de retina: Poco frecuente.

-Desprendimiento de coroides: Poco frecuente.

-Hipotonía: Poco frecuente.

-Inflamación corneal: Queratitis.

-Visión de "moscas volantes": Muy frecuente pero sin importancia.

-Hemorragia subconjuntival: Relativamente frecuente pero sin importancia.

 

Pueden experimentarse efectos secundarios de menor importancia a los señalados anteriormente relacionados con el procedimiento de la inyección  (espéculo para separación de los párpados), anestesia (que puede realizarse con gotas y/o infiltración subconjuntival), gotas midriáticas para dilatar la pupila, gotas antibióticas, gotas de povidona yodada (Betadine).  Estos efectos secundarios pueden incluir dolor, hemorragia subconjuntival, moscas volantes, irregularidad o inflamación de la córnea, inflamación del ojo, y alteraciones visuales generalmente transitorias.

 

 

Como resumen, lo cierto es que se trata de un tratamiento que se tolera muy bien y que tiene una tasa de complicaciones muy baja.

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