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Moscas volantes (miodesopsias).

Las moscas volantes ó miodesopsias son un síntoma bastante común a cualquier edad, aunque son más frecuentes a medida que cumplimos años. La mayor parte de las veces son bien toleradas. Se originan porque el humor vítreo pierde poco a poco sus cualidades. Es un gel que rellena el ojo por dentro, una sustancia similar en su aspecto a la clara de huevo.

 

Cuando somos muy jóvenes suele ser una sustancia transparente y homogénea, pero que comienza a licuarse progresivamente. En algunas personas incluso a edades muy precoces. Esto favorece que aparezcan por un lado como condensaciones o grumos, y por otro vacuolas líquidas. En condiciones de alta luminosidad generan las moscas volantes que no son sino las sombras de estas alteraciones vítreas proyectadas sobre la retina.

 

Las vacuolas van coalesciendo y su contenido líquido puede encontrar un punto por el que traspasar la cortical del vítreo, que se denomina hialoides posterior y es algo así como la corteza de este gel. Si lo hace, este fluido se va acumulando e induce la separación de la cortical y la retina. A esto se le conoce como desprendimiento de vítreo posterior y es una importante causa de aparición brusca de moscas volantes que generalmente son muy llamativas. Aunque ésta no es la única causa de moscas volantes. Cualquier proceso que favorezca una alteración de la transparencia vítrea las va a generar incluso sin que se produzca un desprendimiento de vítreo.

 

La mayoría de las personas toleran las moscas volantes con relativa facilidad como ya he mencionado. Sin embargo, existen personas que las padecen y para ellos son un síntoma tan importante que incluso les genera ansiedad, pudiendo llegar a suponer una limitación en su vida diaria.

 

A menudo estos pacientes encuentran el problema de que sus oftalmólogos no les ofrecen una solución o incluso quitan importancia a este problema, lo que puede generar frustración debido a esta falta de entendimiento. Mi experiencia en estos últimos años es que esto es cada vez menos frecuente, pero lo cierto es que sigue sucediendo.

 

Y, ¿cuál es la razón? ¿cómo es posible que mi médico no le de importancia a mi problema?

 

Por un lado el paciente ve limitada su calidad de vida y quiere legítimamente una solución, por lo que no acepta lo que interpreta una pasividad en el profesional que él entiende debería ayudarle.

 

Por otro lado el oftalmólogo que tras explorar al paciente, no encuentra ninguna patología que ponga en riesgo la visión del mismo y que además, considera que los riesgos de un tratamiento que sirva de alivio para las moscas volantes, superan el posible beneficio.

 

Puede que en esta falta de comunicación resida el problema y desde luego aquí es donde tenemos que trabajar. En primer lugar creo que los oftalmólogos debemos ser claros en nuestra postura. Si no estamos capacitados para resolver el problema o aunque lo estemos, si no somos partidarios de hacer un tratamiento por convicción ante los riesgos potenciales, debemos explicar nuestro parecer y dar la opción al paciente a una segunda opinión con otro compañero que a ser posible, sí esté de acuerdo en realizar este tipo de tratamientos.

 

Lo que todo paciente debe tener es la posibilidad de entender cuál es el origen de su problema, la naturaleza del mismo, cuáles son los posibles tratamientos con sus pros y contras, y entre los contras hacer hincapié en las posibles complicaciones y su incidencia, es decir la frecuencia con la que pueden ocurrir. Y debe ser el paciente, una vez bien informado, el que tome la decisión que considere más adecuada con el profesional que le merezca más confianza.

 

Para empezar complicaré un poco las cosas afirmando que no existe un tratamiento específico para las moscas volantes. Ni los ejercicios oculares, ni los medicamentos homeopáticos, ni las plantas medicinales, ni los cambios en la dieta o el aporte de vitaminas,... es decir, nada de esto ha demostrado ninguna eficacia para su tratamiento.

 

Una vez realizada una exploración completa y descartadas otras enfermedades que pueden originarlas, ya que cada una en su caso puede tener indicado su propio tratamiento, sólo en esos casos, lo primero que se recomienda es esperar un período de tiempo variable, generalmente unos seis meses para ver si la sintomatología tiende a mejorar, ya que esto es posible y de hecho, ocurre en muchos casos. Esto es importante porque los posibles tratamientos a realizar no están exentos de riesgo.

 

Existen una serie de recomendaciones recogidas por pacientes con este problema que pueden ayudar a sobrellevarlo, como por ejemplo llevar las gafas con nuestra corrección óptica o las lentes de contacto si las necesitamos; utilizar gafas de sol, reducir el brillo de las pantallas que utilicemos habitualmente en especial la del PC, evitar los ambientes minimalistas con paredes desnudas y colores claros, poniendo plantas o cuadros que enriquezcan visualmente el entorno, evitar el exceso de luz en interiores, practicar actividades relajantes y/o técnicas de relajación, mantenerse ocupados para evitar prestar un exceso de atención a este síntoma; y pensar en positivo ya que aunque son muy incómodas, generalmente no suponen un peligro para nuestra visión.

 

Si el tiempo y nuestros intentos no lo solucionan, debemos pasar al siguiente escalón terapéutico. Llegados a este punto existen dos opciones.

 

 

La primera es la vitreolisis YAG que consiste en "fragmentar" las opacidades vítreas más incómodas con impactos de láser YAG. Estos impactos rompen literalmente la estructura del vítreo. En EEUU es más fácil encontrar centros que defiendan este procedimiento. En España lo cierto es que no conozco ninguno donde se realice de forma rutinaria. Mi opinión personal es que con este tratamiento realizamos una modificación del gel vítreo que cuanto más intensa sea, más fácilmente podría tener repercusiones potenciales a medio o largo plazo sobre la retina, fundamentalmente en forma de tracciones vítreo-retinianas. No existen además estudios con la suficiente potencia como para que tengamos un nivel de evidencia científica mínimo para recomendarlo, o incluso para tener suficiente certeza de su seguridad. Su principal ventaja es que podría solucionar el problema con un procedimiento ambulatorio que puede ser realizado en la misma consulta. La desventaja es que puede necesitar numerosas sesiones y acabar por no dar solución al problema, sin contar con los posibles efectos adversos. Como pueden apreciar no soy un gran defensor de esta técnica, aunque acepto que en casos bien escogidos puede resultar una alternativa interesante.

 

 

La segunda es la vitrectomía, un complejo procedimiento quirúrgico no exento de complicaciones potenciales a pesar de que actualmente lo realizamos con instrumentos cada vez más pequeños que incluso en muchos casos no llegan a necesitar sutura. La vitrectomía extrae el vítreo con opacidades y puede realizarse de forma muy básica y rápida centrándonos exclusivamente en las opacidades, o extrayendo el vítreo en su totalidad una vez liberada la hialoides posterior de su anclaje al nervio óptico -lo que no siempre es fácil sobre todo en personas jóvenes- y separándola posteriormente de forma mecánica desde el polo posterior hasta la periferia de la retina, lo que podría en algunos casos generar roturas en la retina.

 

Una vitrectomía centrada en las opacidades vítreas presenta innegables ventajas por su rapidez. No obstante, puede facilitar que la hialoides posterior, bien porque estaba completamente aplicada o porque el desprendimiento de vítreo era parcial, acabe liberándose por si sola semanas o meses. Esto haría que las moscas volantes pudieran aparecer de nuevo e incluso que en el proceso de desprendimiento del vítreo se generaran roturas o desgarros retinianos, hemorragias vítreas o incluso un desprendimiento de retina, aunque esto no es frecuente que ocurra.

 

Si optamos por una vitrectomía que elimine por completo la hialoides posterior, el grado de manipulación quirúrgica aumenta como ya hemos comentado y la posibilidad de complicaciones intraoperatorias es algo mayor, igual que el riesgo de desprendimiento de retina posterior.

Un efecto adverso más frecuente tras este tipo de intervenciones es la aparición de una catarata, que aunque no es seguro que ocurra, sí que es bastante corriente. La catarata como es lógico, se puede operar posteriormente aunque supone una nueva intervención quirúrgica. 

Hasta en un 30% de casos, con posterioridad a la vitrectomia, pueden existir problemas de control de la tensión ocular. Con frecuencia se controlan fácilmente con colirios, pero podría ser un tratamiento necesario de por vida para evitar el desarrollo de un glaucoma.

En cualquier caso y a modo de resumen final, no existe un procedimiento ideal exento por completo de riesgo que nos permita solucionar este problema. Ahora quizás entiendan mejor el por qué muchos compañeros no son partidarios de tratar las moscas volantes.

 

También es cierto que en manos expertas, una vitrectomía es un procedimiento quirúrgico bastante seguro.

 

Como siempre, lo mejor es personalizar en cada caso y nadie como su oftalmólogo para ayudarle a tomar la mejor decisión.

 

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