Luces antiniebla, fatiga visual y seguridad vial.
Es muy frecuente encontrar numerosos vehículos en la carretera con las luces antiniebla conectadas, tanto que puede que usted mismo sea un asiduo usuario de las mismas.
Como ya se intuye, estas potentes luces son un sistema de seguridad activa y que en el caso de las traseras, los vehículos deben incluso equiparlas obligatoriamente por ley. La ley de seguridad vial indica que su uso queda reservado a situaciones de muy mala visibilidad, e incluso recoge sanciones de hasta 200 euros si no las utilizamos correctamente. Afán recaudatorio pensaremos la mayoría…, aunque quizás no sea así.
La mayoría estaremos de acuerdo en que las luces intensas en cualquier ámbito no sólo resultan molestas sino que favorecen el cansancio. Esto ocurre por ejemplo cuando nuestro puesto de trabajo no reúne unas adecuadas condiciones de iluminación (¡malditos fluorescentes!), cuando tenemos el sol de frente al atardecer, si pasamos muchas horas delante de un ordenador, tablet o incluso el móvil a los que con frecuencia reducimos la intensidad de la pantalla, o simplemente cuando conducimos de noche y vemos enfrente las brillantes luces de los coches con los que nos cruzamos.
Casi todos ustedes me podrían dar ejemplos de lo incómodo que puede resultar la luz brillante para nuestros ojos, y de cómo favorece una mayor fatiga visual. No faltará tampoco quien no haya experimentado nunca una molestia similar, aunque serán los menos e indirectamente también se beneficiarán de un uso racional de las luces antiniebla.
Me gustaría hacer especial énfasis en los días de lluvia, sobre todo en aquellos más oscuros, cuando las luces traseras antiniebla deslumbran a los conductores que nos preceden no sólo por su intensidad, sino también por la refracción de la luz que se produce en las gotas de lluvia que se encuentran en todas partes. Paradójicamente, en estas circunstancias un sistema de seguridad acaba convirtiéndose en una mayor dificultad para la visión y en una fuente adicional de fatiga pudiendo favorecer un accidente.
Existen además personas, los oftalmólogos sabemos que son más de las que ustedes creen, que padecen determinadas patologías que no impiden la conducción en sus estadios más leves, pero que sin duda se ven mucho más afectadas por este motivo. El caso más evidente aunque no el único es la catarata, que incluso antes de producir una disminución de la cantidad de visión, puede causar una mayor facilidad para el deslumbramiento así como la presencia de molestos halos alrededor de las luces intensas.
Entonces, ¿cuándo debo utilizar las luces traseras antiniebla?
La ley de seguridad vial establece su uso como obligatorio cuando las condiciones de visibilidad sean muy desfavorables, y en este “muy” está el problema, cada uno de nosotros las usa cuando lo considera oportuno.
Se trata de aplicar el sentido común y a priori parece bastante fácil, debemos encenderlas cuando no veamos bien los vehículos que tenemos delante y ello dificulte reaccionar a tiempo ante una eventualidad del tráfico. Si lo pensamos, esto limita muchísimo su uso ya que para que se dé esta circunstancia tiene que haber no sólo una leve niebla, sino una niebla densa; y en el caso de la lluvia, tiene que estar cayendo el diluvio universal. Y por si fuera poco y esto es importante no olvidarlo, hay que apagarlas activamente en cuanto las condiciones de visibilidad mejoren.
Es un tema de seguridad que nos incumbe a todos y que la mayoría quizás no contemplamos por desconocimiento. Habrá también quien sencillamente no lo considerará importante, o que le “mole” llevar muchas lucecitas encendidas. Incluso en los casos más tenaces en la defensa del uso indiscriminado de estas luces, sin duda la sensatez ganará terreno poco a poco en la medida que lo haga nuestra educación, cuya piedra angular es el respeto a los demás. Mientras tanto no me negaran que puede tener interés, aunque sólo sea para evitar un accidente que acabe por arruinarnos el día; o quien sabe, quizás sirva para ahorrarnos 200 euros de multa.
